'Noah', de autores adaptando epopeyas bíblicas

Crítica/análisis de @PaulPorcoRosso
Antes de que empecéis a leer, que sepáis que esta crítica/análisis está repletita de spoilers. Aunque spoiler de un libro que fue escrito hace más de dos mil años... Anda que no habéis tenido tiempo de leerlo (o como mínimo informaros), vagos, que sois unos vagos. Que os esperáis a la película para todo.

Siempre he pensado que la Biblia es el libro más completo de la historia de la literatura. No me refiero a su valor de adoctrinamiento y generación de nuevos adeptos para la religión que se tercie, sino que hablo del valor más puramente literario. En la narración abundan fratricidios, parricidios y matricidios, coprofagia, torturas, sexo, incestos, incontables romances, y mensajes de amor y paz, pero también de miedo y desesperación. Su adaptación al cine en manos de un experto autor será siempre cuanto menos una experiencia interesante: ahí están clásicos mastodónticos como Il Vangelo secondo Matteo de Pier Paolo Pasolini (por cierto, ateo declarado) o cualquiera de las épicas adaptaciones de Cecil B. De Mille (míticas por sus reposiciones constantes en Semana Santa), y la más moderna The Passion of the Christ de Mel Gibson (que levantó ampollas en ateos y cristianos).

Noah sigue la estela de todas las películas de Aronofsky, tratando la obsesión de su personaje protagonista. Noé es un hombre obsesionado con cumplir la voluntad de Dios pase lo que pase, no importa quién se interpone en su camino. Aronofsky se pega a la espalda de su protagonista. Le acosa, le interroga. Le trata como un amigo, como un compañero. Como si el largometraje fuera una manera de conocerle mejor, responder las preguntas que siempre se han tenido sobre él. Y el protagonista vive. Siente, padece, sueña. Y escucha los mensajes de su Creador, el único ante el que tiene que responder. Noé es descendiente de los primeros hombres, y respeta las doctrinas que le han transmitido de generación en generación. Vive bajo ese dogma, con la esperanza de que el ente Creador (Aronofsky no usa en ningún momento la palabra "Dios") le perdone los pecados de su gente y tarde o temprano le deje volver al paraíso. Y eso es efectivamente lo que ocurre. Se le transmite a Noé mediante un sueño poco claro que el mundo está demasiado corrompido, que los hombres no aprecian a su Creador, no intentan redimirse de sus pecados y que la única manera de salvar la humanidad es con agua, porque el agua limpiará sus errores. Pero hay seres que no merecen esta suerte. Como los animales. Todo lo que vuela. Todo lo que se arrastra, repta y serpentea. Elefantes, antílopes, perros. Noé deberá construir un arca de madera enorme de dos pisos con la ayuda de los Ángeles Caídos (que también buscan redención de su Creador), de su sufrida esposa y de sus tres hijos (a los que se les reduce la edad respecto al relato bíblico), y refugiarse en ella junto a su familia cuando el cataclismo acuático llegue.

La primera borrachera de la historia. Por ende, la primera resaca y los
primeros arrepentimientos...

Poco a poco, y con mucha épica de por medio (como la lucha entre Hombres y Ángeles Caídos), Aronofsky retrata las motivaciones de Noé, que solo busca cumplir la voluntad de su Creador. Motivaciones que con el paso del tiempo se convierten en una psicosis paranoide: llega a la conclusión de que nadie merece ser salvado, ni él mismo. Noé sólo ha sido usado para que los animales, que sí respetan la Tierra que les ha otorgado, puedan salvarse, y la humanidad merece extinguirse con el último de los hijos de Noé. Este descenso mental a los infiernos del judío evidencia sus carencias como hombre. Y esa es la parte más importante del relato: Noé es sólo un hombre. Un hombre con fe. No es un héroe, ni un Dios, sólo el hombre adecuado para la tarea que se le encomienda. Vive con la pureza más absoluta intentando redimirse de los errores de sus ancestros. Y eso le convierte en el indicado para el trabajo sucio.

No has visto llover hasta que ves Noah.

Noé no está solo en este relato. Su mujer Emzara, sus hijos CamSem Jafet, y la adoptada Ila le acompañan durante toda la acción. Emzara aguantando sus delirios y apoyándole en todas sus decisiones como mujer sufrida, Ila Sem tratando de mantener su relación pese a la infertilidad de ella, y Jafet pululando por ahí como uno más, pero sin intervenir demasiado en el desarrollo de la trama (es el más joven de los tres). Y CamCam es la encarnación del mal de los Hombres en la familia de Noé. Pero ¿porqué? En realidad, por culpa de NoéNoé, obcecado con el mal de los Hombres y después de haber visto sus rituales y sus actos entre impuros e inhumanos, le entra en la cabeza que ni él mismo debe ser salvado por el Creador (pues se ve reflejado en la maldad humana debido a su obsesión por cumplir los deseos de Dios), y por lo tanto sus hijos no deben tener descendencia. Un golpe demasiado duro para Cam, adolescente en la película, que anhela sobre todas las cosas hallar lo que su hermano Sem ha encontrado: el amor. Y eso genera odio hacia su padre, odio que se incrementa con la ayuda de Tubal Caín (líder de los Hombres y primo de Noé) que lo que busca es el amor de su Creador.

Noé ve los pecados de los Hombres. Como es cercano al infierno en
la Tierra, todo está en llamas.

Está claro que Noé es el máximo protagonista de la cinta, lo que no está tan claro es quién es el antagonista principal. El mismo Noé es el primero: como protagonista, su primera lucha es interna con él mismo, su fe contra su corazón, la obsesión por contentar a su Creador contra el amor que siente por su familia. Otro es Tubal Caín, su némesis externa, más evidente. Este quiere ser Noé, su pecado es la envidia. La envidia y que es el líder de una sociedad que repudia a su Creador por haberles confinado en la Tierra y haberles echado del Paraíso. Descendiente del mismo Caín, ese hombre despreciable que traicionó a su propio hermano, no comprende porque su señor le ha abandonado, porqué no quiere que los suyos se salven. No ve en su forma de vivir la vida una traición al Creador, y eso le sentencia a la muerte por agua. Se va a limpiar su maldad mediante la muerte. Porque Tubal Caín es la maldad personificada. Cuando consigue colarse en el arca y se encuentra con Cam (que acaba de perder a la que hubiera sido su futura mujer por culpa de su padre), este le enseña la maldad al hijo de Noé. Le muestra la venganza, la traición. El método de salvación de la humanidad corrompido por la entrada del Mal en sí mismo.

Matusalén salió de su cueva.

El personaje más misterioso (a la par que importante) del filme es sin duda Matusalén, el abuelo de Noé. Aparece poco, pero cuando lo hace es crucial para hacer avanzar la trama y ayudar a Noé, como un anexo del Creador asentado en la Tierra. Él ayuda a Noé a aclarar sus visiones, le da a este una semilla del paraíso para hacer crecer árboles para construir el arca, y (cuando Emzara se lo pide) le devuelve a Ila la capacidad de engendrar, asegurando así la supervivencia de la humanidad. Tres actos cruciales dignos de un enviado del Creador a la Tierra, ¿no? Un hombre que lleva vivo tanto tiempo acorde con la naturaleza que es capaz de obrar milagros. Gracias a él, además, los Ángeles Caídos (o Vigilantes) ayudan a Noé a construir el arca, y con ello, estos se ganan otra vez la entrada en el cielo. El círculo cerrado: error, penitencia, perdón y redención.


Para los que no conozcan a Aronofsky, igual se quedan sorprendidos con el derroche tanto técnico como narrativo que es Noah, pero a los ya experimentados en su filmografía no les sobresaltará un pelo. La contención no es plato de buen gusto para el autor de Nueva York. Y aquí abundan los montajes nombrados "hip-hop" típicos de su cine, las magníficas partituras de Clint Massell y, como ya he contado ampliamente, su temática habitual. Aronofsky 100%. Bueno. Quizás, la principal diferencia con las anteriores obras del neoyorkino es que el monstruo interior que se concibe dentro del personaje protagonista y le persigue durante toda su vida no conduce en este caso a Noé ni a la locura (como en Black Swan, Pi, Faith in Caos) ni a la muerte (como en Requiem for a Dream, The Wrestler), sino a la redención y por lo tanto eliminación de dicho monstruo.

Otra muestra del poderío visual de Noah.

La confección de este Noé débil en su grandeza tan sumamente humano en esta entrada de los demonios a su psique corre a cargo de un maravilloso Russel Crowe recuperándose del bache que fue Man of Steel con esta medida contención de la sensibilidad que define a la perfección al personaje. Emma Watson, Jenifer Connelly, Logan Lerman, Anthony Hopkins. Todos estos nombres de sobra conocidos cruzan por el metraje y aportan un plus de calidad y credibilidad con sus actuaciones como Ila, Emzara, Cam y Matusalén respectivamente. En realidad sólo Douglas Booth, que interpreta a Sem (el personaje peor definido de la cinta junto a Jafet), se queda un poco atrás en las geniales actuaciones de sus compañeros y compañeras. Y Ray Winstone, que en algunos momentos se pierde en el exceso de un personaje difícil de interpretar. En el apartado visual, la incansable ayuda de Matthew Libatique le sirve como siempre a Aronofsky para devolverle a la superproducción un toque autoral, y dota a las localizaciones, a los escenarios y objetos de una magia propia. Su juego con sombras, contraluces y colores extremos y vivos es otro de los grandes puntos a favor de Noah.

Matthew Libatique se mantiene en el nivel de calidad esperado.

Y más o menos eso es todo lo que tengo que decir sobre esta mastodóntica superproducción de autor. El otro día @PauGarcia179 me comentaba que la "fuga de cerebros" de grandes directores contratados para dirigir películas de la saga de Star Wars que se está retomando ahora con J. J. Abrams, podía significar que nos estábamos perdiendo grandes obras por tener a estos autores dirigiendo blockbusters. No podría estar más en desacuerdo. El fichaje de estos autores (entre los que se encuentran Gareth Edwards, Josh Trank y Rian Johnson) es una muestra de genialidad por parte del CEO de Disney. Por fin los descarados presupuestos de las producciones de verano serán usados para hacer algo digno de su precio. La revolución del blockbuster de calidad ya ha llegado (Dawn of the Planet of the Apes, la increíblemente bien dirigida Godzilla), y se hará fuerte con Star Wars: el modelo Michael Bay ha muerto (más grande, más rápido, más ruidoso). Noah es una película basada en la Biblia, sí. Pero no debe echar para atrás a los que, como yo, son ateos. Ante todo, Noah es cine, y además, cine en mayúsculas. Una de las primeras historias de ciencia ficción de la humanidad, recontada por un autor magnífico.

Título: Noah
Director: Darren Aronofsky
Guión: Darren Aronofsky, Ari Handel
Fotografía: Matthew Libatique
Año: 2014
Duración: 138 min.
País: Estados Unidos
Productora: Paramount Pictures / New Regency
Reparto: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Emma Watson, Anthony Hopkins, Ray Winstone, Logan Lerman, Marton Csokas, Dakota Goyo, Douglas Booth

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