LUNES DE RECOMENDACIONES: 'What We Do In The Shadows', de Taika Wititi y Jemaine Clement

[[Crítica de @PaulPorcoRosso]]
"Estos jóvenes de hoy en día...", "cuando yo era joven con 100 pesetas íbamos al cine y nos sobraba dinero", "antes todo esto era campo". Los abuelos entrañables siguen soñando con los viejos valores (ya perdidos por una sociedad que los fagocita sin pudor) y sus creencias del pasado, madurando las pérdidas y los prejuicios que la edad les ha ido otorgando. Del mismo modo, los protagonistas de 'What We Do In The Shadows' (entrañables viejos vampiros, encerrados en los cuerpos que tenían como jóvenes) recuerdan con cariño sus años mozos como criaturas de la noche, y las grandes épocas históricas que vivieron como tales. El mundo moderno (y tecnológico) aparta a nuestros mayores y les relega a vagar por las calles del centro de la ciudad -nuestros protagonistas por la noche, única hora del día posible para unos vampiros con la clásica fotofobia- con sus vestimentas anticuadas (mientras los jóvenes les observan atónitos), y a compartir piso por las altas rentas y lo difícil que es encontrar un trabajo que sólo bañe la luz de la luna.

'What We Do In The Shadows' también habla de las diferentes maneras de afrontar las relaciones románticas: Viago se enfrenta a un dilema moral (salir con una mujer de apariencia mucho mayor, pero en realidad mucho más joven que él) y a uno emocional (no hacerlo y ver como ella envejece y muere mientras él mantiene impávido su inmortalidad), Vlad se enfrenta a una Bestia del pasado (que podría reabrir heridas de su anterior relación), y Deacon -el más joven de los tres- debe buscar el aprecio de una generación moderna que no comprende mientras su propia juventud se escapa por momentos. Toda esta nostalgia es manejada con brío y maestría cómica por los directores Taika Wititi y Jemaine Clement, que llevan una parodia del reality-show/documental social a niveles de casi perfección satírica. Los debates internos (meras reuniones administrativas entre compañeros de piso), los efectos especiales -elevaciones que intentan mantener el encanto de la serie B-, una banda de hombres lobo que luchan contra su naturaleza animal y sobre todo las interpretaciones de todos y cada uno de los miembros del reparto (concretamente los tres principales) son pequeñas muestras de la grandeza de esta cinta de bajo presupuesto.

¿Nosferatu?
La búsqueda del gag nunca desiste, y los directores (que también son guionistas y actores del filme) no temen en buscar fuera de la casa elementos a subvertir de las clásicas leyendas de vampiros para añadir el toque personal a su personal adaptación. Cada uno de los personajes es un vampiro de una época histórica diferente (que define su personalidad a grandes rasgos), por lo que ninguno de ellos se adapta por completo al siglo XXI. Sus ridículas vestimentas desentonan en el centro de la ciudad y en los bares nocturnos y discotecas a los que solo pueden entrar si son invitados previamente, donde la mejor defensa contra vampiros (amén del clásico collar de ajos, la plata, o las cruces y las estacas) resulta ser el portero de discoteca de turno que mira con superioridad tus bambas y te niega la entrada o te exige el pagamento de una cantidad desorbitada de dinero. Dentro de esos clubes, evidentemente, buscan seducir a las víctimas para llevarlas a su casa y alimentarse con divertidos y catastróficos resultados.

La disparatada premisa (escrita de forma majestuosa, con un guión moviéndose como pez en el agua por el terreno de la parodia satírica que no olvida la cultura pop -y no tan pop- vampiresca) es un vivo reflejo del espléndido sentido del humor que Peter Jackson, gran referente del cine de las antípodas, ya hacía gala en sus primeras obras -y clásicos de culto- 'Bad Taste' y 'Braindead', en las que el objetivo eran el exceso salvaje, brutal y disparatadamente divertido: los personajes son igualmente extremos, y los directores hilan de forma desternillante las situaciones cotidianas de un grupo de vampiros en este muy recomendable mockumentary.

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