'La próxima vez apuntaré al corazón', gélido policíaco francés

[Una crítica de @PauGarcia179]

'La próxima vez apuntaré al corazón' es un retrato verosímil de un agente de la Gendarmería Francesa que oculta una doble vida como asesino en serie. El filme cuenta con una gran interpretación del protagonista, Guillaume Canet (nominado al Premio César), que consigue desaparecer detrás de su personaje. Es fácil entrar en la película y olvidar que estamos viendo un relato ficcionalizado (está basado en hechos reales): los apartados técnicos aprueban con nota, la época (finales años 70) es representada con verosimilitud y los actores cumplen con solvencia. Y aun así, a pesar de que individualmente todos los aspectos de la película merecen el aprobado, como conjunto -y esto es algo totalmente subjetivo- no funciona. 


'La próxima vez apuntaré al corazón' crea una atmósfera turbia a base de mostrar el asesino cometiendo sus crímenes. Aunque se base en hechos reales, no es excusa para que la película sea previsible o resulte repetitiva, y ambos problemas acaban lastrando el film. Es verdad que no es fácil poner de protagonista a un asesino y lograr que el público siga la trama con entusiasmo e implicación emocional; lamentablemente, Cedric Anger (director y guionista) falla en ese propósito. La película es fría, gélida como el propio protagonista. Esto no sería enteramente un problema si hubiera otros elementos interesantes que consiguieran mantener el interés del espectador pero, desgraciadamente, aquí no los hay o servidor no los ha sabido ver. No hay suspense ni intriga posible, el resto de personajes son meros esbozos y no hay posibilidad de empatizar con ellos: los padres y hermano del protagonista apenas tienen minutos de metraje, insuficientes para tener siquiera algún atisbo de interés dramático, y los compañeros de trabajo son simples comparsas narrativos, piezas necesarias para el correcto desarrollo de la trama. A modo de ejemplo: uno de los gendarmes resulta herido, lo perdemos durante buena parte del metraje mientras se recupera y cuando lo volvemos a ver apenas recordamos de quién se trata.  


A pesar de los esfuerzos de Guillaume Canet, no hay inmersión psicológica del personaje, nunca llegamos ni siquiera a la superficie de su personalidad y aunque se sugieren los motivos por los que asesina, Cedric Anger (director y guionista) no consigue adentrarse en su mente y transmitir al espectador lo que pasa en la cabeza del asesino. Es cierto que hay algunos detalles positivos que sugieren la gran película que podría haber sido: las visiones del asesino, su conexión con la naturaleza, cierta complejidad en el personaje femenino o el encuentro frustrado con una prostituta. Son elementos que, con un poco más de profundidad y metraje y en manos de un director como Denis Villeneuve, hubieran acabado formando una gran película. 

Para gustos, películas: habrá quienes consigan conectar con la película; quizás sabrán apreciar una profundidad psicológica que yo no he sabido ver y disfrutarán de la atmósfera creada por el director. Sin embargo, el que esto escribe no ha salido contento de la sala de cine y no ha tenido suficiente con una película ejecutada de forma notable y con una buena interpretación de Guillaume Canet. En Francia fue un éxito en taquilla debido a la presencia del conocido actor, y aunque soy consciente de que se trata de una película correcta (al contrario que en otras películas, no se puede hablar de filme malo o fallido), no he encontrado suficientes elementos positivos que me permitiesen disfrutar de este relato cinematográfico. 

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'The Hunger Games', entretenimiento masticado

[Crítica de @PauGarcia179]

Des de que se estrenara 'The Hunger Games' han proliferado un sinfin de distopías juveniles que han monopolizado nuestras carteleras hasta la actualidad, y la cosa parece no tener fin, pues a las secuelas de las películas protagonizadas por Jennifer Lawrence se les suman 'Divergent' y 'The Maze Runner' (y sus subsiguientes secuelas). Por si no fuera poco, y siguiendo la tendencia iniciada en la saga de Harry Potter, el último libro de la saga (porque todas ellas se basan en novelas igualmente rutinarias) se adapta a la gran pantalla en dos partes, para desesperación del público, pues en la mayoría de ocasiones el motivo de dicha decisión no es otro que el de sumar más beneficios. El caso es que hasta ahora no había probado visionar en serio al menos una de estas distopías juveniles, y mi único intento fue con 'Divergent', que abandoné a los pocos minutos. Así que un día me apetecía algo ligero y masticado y decidí provar suerte con 'The Hunger Games', pues al menos la presencia de Jennifer Lawrence me aseguraba un mínimo de calidad.

Cito el texto introductorio de 'The Hunger Games'

En castigo por la rebelión, cada distrito ofrecerá un varón y una mujer de entre 12 y 18 años en una 'cosecha' pública. Dichos tributos serán entregados a la custodia del Capitolio para ser transferidos a una arena pública donde pelearán a muerte hasta que sólo prevalezca un ganador. Desde ese momento y para siempre, esta festividad será conocida como Los Juegos del Hambre. 

Para empezar diré que, personalmente, la premisa me resulta un poco absurda y estúpida, lo cuál puede ser bueno: las expectativas están por los suelos y sólo se puede ir a mejor. La primera escena, sin embargo, nos presenta a Caesar Flickerman (Stanley Tucci) entrevistando a Seneca Crane (interpretado por Wes Bentley, el chaval de 'American Beauty'), ambos con una pinta de lo más ridícula. Con la premisa que he citado y ésta la primera escena, soy incapaz de tomarme en serio nada de lo que veo. Y casi que mejor.



Por suerte abruptamente cambiamos de espacio cuando oimos un grito de la hermana de Katniss Everdeen y conocemos a la protagonista de la historia, interpretada eficazmente por Jennifer Lawrence, en un papel no muy diferente al que interpretó en la recomendable 'Winter's Bone': una adolescente que ante la ausencia del padre se hace cargo de su famlia. En el sorteo para elegir los tributos sale su hermana pero ella acaba ofreciéndose voluntaria para salvarla de un destino fatal y sorpresa (y spoiler tan previsible que no es spoiler) acaba ganando los juegos. Sin duda la gran interpretación de Lawrence en 'Winter's Bone' le valió para interpretar a Katniss Everdeen, y una vez más da la talla como protagonista. Con otra actriz, difícilmente redimiríamos a la película, pero ahí está Jennifer Lawrence para salvar los muebles


¿Cómo me voy a tomar en serio a esto?

Que la premisa me resulte estúpida no quiere decir que la película me parezca un absoluto desastre, porque al final, si no nos tomamos muy en serio lo que vemos (y si no buscamos nada más que entreternos un par de horas) el filme puede ser una experiencia disfrutable. A favor de 'The Hunger Games' también tengo que comentar cierta escena en la que no hay muchos reparos en mostrar sangre (algo que olvidan la mayoría de las películas de acción a pesar de las hostias que se reparten), pues tratándose de una película juvenil no me lo esperaba. Tampoco es que el espíritu de Tarantino se haya apoderado del director (Gary Ross, quién por cierto tiene en post-producción un filme con Matthew McConaughey), ni falta que hace, pero se agradece un poco de aspereza y realismo. Todo lo que sea apartarse de la insulsez o la monotonía, bienvenido sea. 

Al final 'The Hunger Games' se presenta como un producto masticado, previsible y ligero como una pluma, pero entretenido al fin y al cabo. Como decía al principio la premisa (y por consiguiente, la película entera) me parece bastante estúpida y no me la puedo tomar en serio, soy incapaz de ver aquí una alegoría de nuestro tiempo y no hay casi nada en las escenas de acción o en la dirección (con una cámara en mano sacada de cualquier drama indie que al final acaba cansando) que me resulte mínimamente estimulante, pero no es una opción a descartar cuando quieres ver algo simplón de una complejidad similar a la de una suma de una cifra.

Lo mejor: Jennifer Lawrence, la aspereza de alguna que otra escena, entretiene sin más
Lo peor: todo lo demás

Si aun tienes ganas de más puedes echar un vistazo a la crítica de la secuela, 'The Hunger Games: Catching Fire' que escribió  @PaulPorcoRosso en el momento de su estreno.  

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'En el corazón del mar', Howard da una vuelta de tuerca al clásico


[Una crítica de @TRuibal

Surcar los mares. ¿Existe acaso sinónimo mayor de aventura? Desde el tormentoso viaje de vuelta a casa de Ulises en ‘La Odisea' de Homero, a los delirios a ritmo de Bowie del documentalista Steve Zissou en el Belafonte, aquel colorista submarino de ‘Life Aquatic', las travesías marítimas en la narrativa siempre han supuesto peligro, incertidumbre y catarsis.

Siguiendo esta línea nos llega ‘En el corazón del mar', dirigida por el siempre efectivo (y efectista) Ron Howard, quien trae a la gran pantalla la historia “real” que serviría a Herman Melville para escribir la epopéyica ‘Moby Dick', novelón paradigma de la lucha entre el hombre y la bestia, y referencia clave de películas como ‘Tiburón’ o la ya citada ‘Life Aquatic'.



En la cinta de la que nos ocupamos hoy, el último superviviente del ballenero Essex (interpretado por un siempre acertado Brendan Gleeson) relata a un Melville, en pleno proceso de documentación para su novela, la lucha que muchos años atrás él y el resto de la tripulación del barco libraron contra un mastodóntico y vengativo cachalote.

Así pues, a través de flashbacks nos acercamos a la figura de Owen Chase, primero a bordo del Essex (Hemsworth), al que se le ha negado la capitanía del navío en virtud del noble George Pollard Jr. (Benjamin Walker), hijo de un pez gordo de la industria y sin la experiencia necesaria para tal empresa. La tensión entre los dos personajes, uno de los puntos a priori más interesantes del film, acaba siendo más descafeinada de lo que promete, focalizando, quizás en exceso, la carga dramática en la lucha de los protagonistas contra el monstruo y contra la propia muerte. Evidentemente esto nos deja un buen puñado de escenas de acción en alta mar, algunas de ellas de gran factura, como la primera aparición del titánico cachalote y sus consecuencias. Eso sí, algo menos de CGI y más secuencias rodadas en el mar hubiesen sido de agradecer (sin llegar a los extremos de pantalla verde de ‘Piratas del Caribe', gracias a Dios).

Grandilocuente y épica como una tormenta en el océano, ‘En el corazón del mar' es una buena opción para este mes de diciembre, antes de que los filmes navideños y ciertas guerras intergalácticas monopolicen la cartelera. Muy cuidada en el aspecto técnico, con algunas escenas marítimas dignas de mención, merced a un guion y unos personajes que, sin maravillar, están al servicio de esa travesía suicida por el Pacífico. La banda sonora, a cargo del excelente Roque Baños, es convincente, y el reparto está en líneas generales a buen nivel… lo que nos hace llegar a la pregunta del millón: ¿es digno Chris Hemsworth de “levantar el arpón”? Mientras siga dando la impresión de que se interpreta a sí mismo, sí.

Eso sí, su tan cacareada pérdida de peso es más bien mérito del equipo de caracterización en un par de planos que una verdadera transformación del actor. Aunque, bien pensado, quizás ya nos llegó de superhéroes desnutridos con Christian Bale en ‘El maquinista'…



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'Eden', una pura maravilla

Una crítica de @AdriNaranjo2
Es difícil en esto de la crítica poder usar la misma contundencia con lo malo que con lo bueno. Siempre es más directo y entendible el “esto es una mierda” que el “me parece espectacular”. Nos es más fácil y comprensible lo negativo que lo positivo. Otro defecto más que llevamos con nosotros. Pero bueno, sea como sea y se entienda lo que se entienda, Eden es una de las mejores películas de los últimos años. Una maravilla tan compleja, que no se puede equiparar a ninguna de las grandes obras que se han paseado por nuestra cartelera durante los escasos años que lleva con nosotros este nuevo siglo. Una joya inclasificable. De las que ponen la piel de gallina. De las que hacen renacer las esperanzas en este arte que, a veces, da señales de mediocridad y banalización. Eden es una punta de lanza que esperamos que sirva para muchos nuevos creadores. Una joya.


No se asusten cuando lean por ahí, en las escuetas líneas de un periódico o en las generalistas palabras de muchas revistas especializadas, el argumento de esta obra maestra. En seguida van a topar con la piedra angular desde la que se articula todo el discurso y muchos, de un modo comprensible, se tiraran para atrás. “No me interesa”, dirán con cara de indiferencia. Se equivocan de todas todas. Sí, Eden trata sobre un estilo musical que para muchos queda muy lejano. El House, y en concreto el French Touch, es algo que muchos, sobretodo los que ya superan la cuarentena, ven como algo ruidoso y reservado para festieros veinteañeros. Miren, ni el que escribe ahora, ni la película misma, intentamos cambiar su visión sobre nada, y menos aún sobre esto. Ustedes sabrán si se cierran a esta oportunidad. Pero también quedan avisados de que no es necesario ser un entendido, ni siquiera un consumidor, de esta música para disfrutar de esta impagable cinta. Este movimiento, que como su nombre indica, se inició en Francia a principios de los noventa, perduró durante las décadas posteriores; un gran destello de lucidez dentro de la cultura gala. Al igual que hizo Michael Winterbottom en 24 hour party people, Mia Hansen-Løve elige una persona en concreto para mostrar un todo. Otra demostración de que no hay mejor lema para un buen guión que el piensa en global y actúa en local. ¿A caso el cine no se basa en encontrar el mejor ejemplo para enseñar una idea, un sentimiento, un momento? Una filosofía que compartimos muchos y que, poco a poco, nos va dando unas recompensas tan inesperadas como esta.


Con esta pieza, Mia Hansen-Løve añade otro título a su impecable filmografía. Primero fue Tout est pardonné, en 2009 Le père de mes enfants y, por último, en 2011 estrenó Un amour de jeunesse; todas ellas, como no podía ser de otro modo, pasaron desapercibidas dentro de nuestros circuitos. Una pena que esperemos se remedie cuando Eden coja toda la fama que se merece. La creadora parisina rompe parte de sus dinámicas estilísticas y rítmicas, pero mantiene algo que sigue siendo vital para ella: la importancia de lo autobiográfico. En este caso cambia el sujeto; ya no es su historia, sino la de su hermano. Sven Hansen-Løve fue uno de los principales nombres del French Touch y ahora se une con su congénere para escribir este magnífico guión. Algo nuevo para ambos esto de escribir a cuatro manos, pero, viendo el resultado final, se desvela como un experimento de lo más acertado. Evidentemente, se cambian nombres y se ficciona con maestría todo lo sucedido entre 1992 y hasta casi llegar a nuestros días; el instrumento que usan es un brillante alter ego nombrado Paul Vallée. Además, un novel Félix de Givry se encarga de dar vida a este complejo y fascinante personaje. Un de Givry que debuta por la puerta grande. Puede que haya nacido una estrella o, por lo menos, un actor que va a dar mucho de qué hablar dentro del cine francés. Del resto del reparto, seguramente, la cara más reconocible sea la de Pauline Etienne, que ya nos sorprendió en Paradis perdu o La religieuse. Una actriz que nos vuelve a demostrar su versatilidad y el inmenso talento que posee. Francia tiene cine indie para rato, ¡menuda envidia!


Pero esta genialidad no sólo luce por tener un gran guión, estructurado en dos partes y con claros capítulos marcados por los años; no. Tampoco son los intérpretes, estupendos todos ellos, los que acaparan la totalidad de los elogios. Y ni tan siquiera la sorprendente dirección de Hansen-Løve eclipsa a las otras partes. Es que Eden lo tiene todo. Su banda sonora, evidentemente, es una delicia indescriptible. Cuando uno habla de French Touch es lógico que automáticamente se piense en los inconmensurables Daft Punk, pero es mucho más que eso. Sí, no se asusten, este dúo también aparece en la trama, y en la música que la acompaña, pero es un gran ejercicio de pedagogía recordar que hubo mucho más y de muy alta calidad. Pero, para ser justos, hay tres nombres claves que debe ser citados. Primero está Anna Falguères, la directora artística que ya nos enamoró con À perdre la raison o Suzanne, y que ahora se enfrenta al inmenso reto de recrear un momento histórico tan cercano como son los noventa. Después nos topamos con el veterano e internacional Denis Loire, responsable de la luz de Still Alice o de hollywoodiadas como 88 minutes o Righteous kill. En Eden rompe los esquemas que han predominado sobre cómo iluminar las fiestas nocturnas y da otra vuelta de tuerca de lo más magnética. Y, para terminar, nos encontramos con el peculiar dinamismo de Marion Monnier. Habitual montadora de  Hansen-Løve y que ahora ha ganado popularidad con su trabajo en Clouds of Sils Maria. No sólo imprime un ritmo único, sino que consigue acercarse y alejarse al videoclip a su antojo. Junto con la directora, forman un equipo técnico sin brechas, que va a la una y que demuestra la importancia que tiene en el cine el trabajo en equipo y la compatibilidad. Una confluencia de genios en plenitud de forma. No desaprovechen la oportunidad de ver Eden; lo lamentarían.

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'Los exiliados románticos', demasiada paja para tan poco grano

Una crítica de @AdriNaranjo2

Permítanme que inicie este análisis con un símil que me parece suficientemente gráfico como para mostrar lo que evoca Los exiliados románticos. Es, sencillamente, un delicioso Ferrero Rocher en medio de una pestilente coliflor hervida. Viéndolo así, es comprensible que la mayoría no ose ni acercarse a ello; pero siempre habrá un selecto grupo de valientes (“benditos sean los que se aventuran”) que, con pulso firme y mirada convencidos, se atreverán a probar tan terrible manjar; aunque sólo sea para encontrar esa preciada delicia en su interior. Pues bien, al igual que con esta inconcebible “comida fusión”, los que osen degustar este film, acabarán chocando contra algunos pequeños manjares de calidad excepcional, pero la coliflor (o sea, todo lo demás) es tan innecesaria, aburrida y desagradable que a uno se le van las ganas de tan siquiera valorar el anhelado dulce que atesora.
Aún así, si hacemos el esfuerzo de obviar ese tedioso envoltorio, veremos que las virtudes de Los exiliados románticos son algunas de las pocas señales de esperanza en nuestra cinematografía moderna. Cuando Jonás Trueba se quita los incomprensibles complejos, que demuestra tener demasiado a menudo, aparecen unos destellos de perfección que, simplemente, enamoran; pero son tan pocos estos momentos buenos... Y aquí nos topamos con una de las incógnitas más grandes de lo que llevamos de siglo XXI: ¿a qué genio se le ha ocurrido la brillante idea de hacer una película de 70 inconcebibles minutos? Claramente hay otra pregunta que, haciendo un poco de ciencia ficción, pasa rápidamente por nuestra mente. ¿Qué sería mejor, alargarla y convertirla en una película en condiciones o reducirla para conseguir un cortometraje? Lo ideal: la segunda opción. Si le hubieran dado el proyecto en bruto a algún montador joven y en la onda modernilla, seguramente habría generado uno de los cortos que suelen estar nominados a los premio gordo. Y, sinceramente, sería preferible y más útil gastar todo lo que nos ahorraríamos en pagarse una buena juerga con el equipo de rodaje. Esta falta de decisión, que ahora se desvela como un error garrafal, no deja de ser un problema de preproducción; del guionista y del productor. Es lógico pensar que este fallo habría sido evitable si el susodicho director se hubiera apellidado Sánchez o Rodríguez.

La trama es más predecible que una simple pechuga de pollo; pero no me entiendan mal, no es algo negativo. La historia es sencilla, ¿y qué? Nos queda claro desde un principio, dándonos en la cara con un viaje en furgoneta, que aquí lo más importante será el camino y no el destino. Por lo tanto, la dramaturgia asume un discreto segundo plano para dejar paso a la estética y el ritmo visual. Resumiendo: el mayor de los logros de esta cinta es su rollo videoclipero y su liviana simpatía. Una combinación que no disgusta, pero que entonces no deja claro el porqué de todo lo demás. En concreto, la secuencia en que Vito, el protagonista, debe hablar con su chica, es desastrosa. Cuando uno quiere escribir un sentimiento como es el nerviosismo, debe tener muy claro que los clichés no están permitidos. Ya hemos visto infinidad de veces a personajes nerviosos que 1) fuman, 2) miran al reloj o, y como en este caso, 3) tiemblan. Ya está bien. Pero seamos constructivos. Si en vez de poner al pobre chaval tiritando durante diez minutos como si estuviera en la plaza roja en calzoncillos en pleno mes de enero, se podría haber usado algo más sutil y elegante como la acción de abrocharse y desabrocharse compulsivamente el último botón de la camisa. Cuando al maestro Kieslowski se le planteó en Tres Colores: Azul mostrar la frustración de Binoche, pudo elegir el camino fácil, el de chillar en un coche con las ventanillas cerradas y el motor apagado; pero no, el genio de Varsovia puso a la actriz francesa destrozándose los nudillos contra un muro. Un gesto que rebosa simbolismo y originalidad. Pues algo así esperábamos ver en el caso que ahora nos ocupa.

Los tres amigos, unos Vito Sanz, Francesco Carril y Luis Parés que se interpretan a sí mismos, emprenden un viaje de Madrid hasta París. El motivo de este empieza siendo un puro misterio, pero, poco a poco, se van destapando los porqués de cada uno de ellos. También resulta excesivamente estereotipado que todos estos caminos vitales tengan nombre de mujer. Encima tienen la desfachatez de hacer un gag sobre este mismo cliché, mencionando al test de Bechdel. Pero bueno, en estas cosas también reside el curioso encanto de esta pieza. Los exiliados románticos es pedante, muy pedante, pero ¿por qué esto debe ser algo malo? Es curioso como en este país nos burlamos del que sabe más, del culto, del listo de la clase. No nos escondamos de nuestros conocimientos, seamos atrevidos y despreocupados como lo es esta obra. El inconveniente viene cuando esta pedantería, que bien nos gusta en el cine de gente como Coixet, se transforma en prepotencia. En un ejercicio de autocomplacencia casi masturbatorio. Todos sabemos hacer referencias cultas o hacer guiños al cine de Rohmer; no hace falta repetirlo una y otra vez.

Las partes buenas de esta película son muy buenas, de verdad, pero las malas son tan grandes y contundentes que no compensan. Si lo que realmente quieren ver es algo indie y rompedor, diferente y provocativo, con talento y sensibilidad, es más recomendable optar por algún cortometraje como Yeah! Yeah! Yeah! de Marçal Forés; una pieza que, con mucha menos duración y un presupuesto irrisorio, consigue humillar todas las propuestas que se puedan hacer en Los exiliados románticos.

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'Anacleto: Agente Secreto', fiasco a la española

Una crítica de @AdriNaranjo2

La verdad es que esta crítica podría ser de lo más escueta; de hecho, si me apuran, podría ser de una sola palabra: tonta. TON-TA. Anacleto: Agente Secreto es, sin ninguna duda, una de las películas más estúpidas y prescindibles del año. Puede que lo que vaya a decir a continuación parezca una obviedad, y evidentemente lo es, pero toda obra artística tiene dos tipos de receptores: a los que les gusta y a los que no. Menuda tontería dirán, ¿no? Pero es bueno dejar constancia de que habrá mucha gente que disfrutará de esta pieza y no compartirá nada de lo que pueda decir. Aún así, me reafirmo en todo lo dicho: Anacleto es una banalidad, una comedia que sólo hace gracia en algunos (pocos) momentos, un despropósito total. Además, y eso sí se lo tenemos que dar, consigue algo que parecía imposible: que sus nimios 87 minutos se hagan largos. ¡Qué tedio, por Dios! Una ida y venida de chistes fáciles, clichés innecesarios y dramatismos forzados.

Lo que también es cierto es que no hay nada más subjetivo en este mundo que la comedia. Aunque todo (absolutamente todo) puede ser el catalizador para un chiste, un gag o una sátira, es verdad que lo que hace gracia a uno no se la hace a los demás. El drama, sin querer quitarle importancia, sabe con certeza qué hace llorar o qué emociona, pero la comedia es una caída al vacío y un mar de incertidumbres. Aún así, Anacleto peca en muchos apartados independientes al de su humor burdo y poco refinado. Los actores, por mucho renombre que tengan, aparecen incómodos y haciendo interpretaciones muy alejadas de su habitual nivel. Puede que Quim Gutiérrez, el insípido hijo del agente secreto encarnado por Imanol Arias, sea de lo mejorcito de este elenco lleno de caras reconocibles. Areces, haciendo de súper villano, cae en el ridículo una y otra vez; el propio Arias parece desorientado y falto de chispa; y Berto Romero está, sencillamente, irreconocible e insulso.


Pero esta producción no sólo puede disgustar por todos estos motivos, sino que además es indigesta como pocas. Cuando ya han pasado unos minutos, o tal vez unas horas, del fin de la proyección, uno puede recordar algunos momentos divertidos (que haberlos, haylos), pero el regusto es más agrio que el de un yogur sin azúcar caducado. El guión, aunque tiene la acertada intención de ser distendido, es de primero de escuela de cine. Una parodia sin más, que nos recuerda con brutalidad que en este país siguen habiendo unas tendencias que rozan lo cancerígeno. Francamente, algunos ya estamos hartos de este estilo blanco e insípido que parece haberse apoderado del monopolio cómico español. La falta de ritmo no ayuda a esconder los errores estructurales y los erráticos diálogos (por favor, presten atención al infumable minuto en el que aparecen Buenafuente y Corbacho. ¿¡Por qué!?). Y con el ritmo se descubre otro departamento que también es para darle de comer aparte: el montaje. Pero, y aquí viene lo bueno, toda la vergüenza ajena que uno puede llegar a pasar con la vis cómica de la cinta, queda compensada por el impecable trabajo técnico que se observa en la acción. La edición de sonido, sin ir más lejos, es sobresaliente. Se nota la mano del infatigable Oriol Tarragó; un gran trabajo, sí señor.


El resto de secciones técnicas, sin lucir en exceso en ningún instante, solventan los posibles contratiempos y nos dejan un resultado correcto, pero falto de originalidad. La fotografía es decente, la dirección aceptable y el arte intenta quedarse en un segundo plano y destacar lo mínimo. Si el cómputo global es malo, la técnica es, simplemente, mediocre. Tampoco vamos a hacer leña del árbol caído

Y, ya para acabar, permítanme que haga una interpelación directa a los responsables de todo este desastre. Ustedes quieren hacer una película que, aunque no se diga, sucede en Cataluña, ¿verdad? Masías, fuets, calles más que reconocibles de Barcelona, Quim Gutiérrez, Berto Romero,... Muy bien, pues no me pongan a Imanol Arias; por favor. Tengan un poquito de coherencia; sólo un poquito; que no hay por donde comerse eso.

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'Mission: Impossible. Rogue Nation', espectáculo y diversión

Una crítica de @PauGarcia179

Diecinueve años han pasado desde que Brian de Palma y Tom Cruise resucitaran la serie de 'Misión: Imposible' para llevarla a la gran pantalla. A pesar de tener elementos que se escapan de las leyes de la física o que pueden menoscabar nuestra credibilidad (cierta escena del helicóptero en un túnel), la primera película de la saga ofrecía un más que digno producto comercial. Los espectadores que la vieron en su momento o años después aun recuerdan la acción desarrollada en el inconfundible Puente de Carlos de Praga, la caída de Jon Voight al río o su mano ensangrentada, así como la que es probablemente la secuencia más recordada de la saga: Tom Cruise colgado del techo con tal de robar la lista NOC que tiene almacenada la CÍA. 



Este viernes llegaba a nuestros cines la quinta entrega de la saga, y nada queda del tono serio, tenso e inquietante que le imprimía Brian de Palma, y a pesar de que es sin duda un filme mucho más ligero, es quizás más espectacular y, sobretodo, mucho más divertido. En esta ocasión, Tom Cruise confía en el guionista y director Christopher McQuarrie, que ya le dirigió en ‘Jack Reacher’ y que además coescribió el guión de M:I – 4. 

Debido a las prácticas poco ortodoxas y a la falta de protocolo del FMI (Fuerza de Misión Imposible), el Senado de Supervisión de Inteligencia decide disolver la agencia de Ethan Hunt, que queda absorbida por la CÍA. Paralelamente, Hunt pretende demostrar la existencia de una organización llamada El Sindicato, una organización criminal que intenta controlar el mundo a través del caos. 



'Mission: Impossible. Rogue Nation' podría estar entre lo mejor tanto de la saga protagonizada por el espía Ethan Hunt como del género de los últimos años. Aunque sigue teniendo una trama de espías detrás, la acción toma mucho más protagonismo que en la primera entrega, sustituyendo el guión elaborado –aunque a veces, algo confuso- por una espectacularidad y una clara vocación evasiva. No se trata de un relato de espías realista a la manera de la recomendable ‘A Most Wanted Man’, los elementos poco creíbles (cierta memorización y consiguiente resolución, por ejemplo) siguen ahí como en el resto de la franquície, pero al menos la película resulta del todo entretenida con un ritmo endiablado, y, lo que quizás resulta más llamativo: mucho más divertida. La presencia de Simon Pegg resulta clave para conseguir ese tono ligero claramente opuesto al de la película original, y el humor no resulta para nada forzado. Jeremy Renner y Ving Rhames también tienen parte de culpa de ese agradecido tono cómico, y Tom Cruise vuelve a jugarse la vida con tal de ofrecer una secuencia que quede en las retinas de los espectadores durante mucho tiempo. Aunque la mayoría de las espectadores habrán visto la escena a la que me refiero en el tráiler, en la mágica pantalla del cine, dicha escena es incluso más espectacular de lo que esperábamos. 

'Mision Impossible: Rogue Nation' es una película trepidante, eléctrica y divertida que ofrece justamente lo que promete: simple entretenimiento. A pesar de que quizás se echa en falta una trama algo más densa y no tan simplista y pasando por alto sus problemas de credibilidad, el filme es honesto en su planteamiento y objetivo. No se le puede pedir más a una película que no aspira a nada más que a entretener y que sin embargo, consigue entrar, según el que esto escribe, en el podio de lo mejor del género de acción de los últimos años. 

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'Inside Out', viaje al centro de la mente

Una crítica de @TRuibal




“¿Cómo funciona la mente humana? ¿Qué hay dentro de nuestra cabeza? ¿Por qué somos como somos?”. La insondable profundidad de nuestra psique es, sin duda, el mayor misterio sin resolver sobre nosotros mismos. Tenemos teorías, convenciones y pocos, muy pocos, hechos objetivos, un caos que la cinta que hoy nos ocupa reúne y llena de color (y de verosimilitud). La nueva película de Pixar‘Inside Out', gran éxito de taquilla en Estados Unidos y recibida con entusiasmo en Cannes, tiene su semilla en el momento en el que la hija de su co-director, Peter Docter (Monstruos, S.A., Up), pasó al cumplir los 11 añosa ser una niña mucho más introvertida, como le sucede paralelamente en la cinta a la pequeña Riley, al mudarse de su idílica Minnesota natal a una gris jungla de asfalto como San Francisco.



Pero la travesía por los sentimientos y emociones de la niña comienza mucho antes; desde su nacimiento se nos presenta un cosmos mental que hace que Riley sea Riley, personificado en las cinco emociones primarias: Alegría, Tristeza, Asco, Ira y Miedo. Cada una de ellas toma el mando de su cabeza según las situaciones que se presentan, desarrollando así diferentes facetas de su personalidad. Así pues, y sin querer desvelar más detalles del argumento, la crisis emocional queRiley vive al verse sacudida su vida por la inesperada mudanza se traduce en su mundo interior al perderse Alegría y Tristeza en la profundidad de la mente de la joven, lejos de la “Central” desde la que gestionan sus emociones.

El estallido de la acción inicia una “aventura-para-volver-a-casa”, desarrollada en paralelo a los apuros que el resto de emociones pasan para lidiar con la difícil situación de Riley, formando un cuadro muy al estilo de Pixar, que aúna imaginación, un gran sentido del humor y entornos y personajes llenos de colorcon referencias a conceptos psicológicos: los sueños presentados como unos estudios de cine, el subconsciente como una cárcel… conceptos didácticos pero cargados de ironía y guiños al público adulto. Esa conjunción entre realidad y fantasía marca de la casa, que consigue llegar por igual a públicos de todas las edades.



Pero como en todas las grandes películas del estudio de animación, su ‘target’ real es el niño que todos llevamos dentro, y ahí reside la mayor genialidad de la cinta: apelar a esa figura y recordarnos de un modo muy melancólico lo que se queda en el camino cuando crecemos, la pérdida de la inocencia y la aceptación de la tristeza como proceso vital.

‘Inside Out' es, en conclusión, un nuevo canto a la vida de Pixar, desgarrado pero lleno de vida,alegre pero lleno de morriña. Un golpe en la mesa de la productora, que desde ‘Up’ no nos brindaba una nueva propuesta a su altura y ahora nos deleita y sorprende de nuevo. ¿Es esta odisea por la mente humana la mejor película de la compañía? Juzguen ustedes, pero sin duda forma parte ya, junto a juguetes, peces, robots y globos, del particular Monte del Olimpo de Pixar.

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NO ESTRENOS: 'Extraterrestre', de Nacho Vigalondo

[[Crítica de @PauGarcia179]]

Con un puñado de cortometrajes (con el famoso '7:35 de la madrugada nominado a los Óscar) y un notable largometraje ('Los cronocrímenes'), Nacho Vigalondo volvía al formato largo con 'Extraterrestre', una comedia de ciencia-ficción protagonizada por Julián Villagrán y Michelle Jenner. Nos encontramos, probablemente, ante la peor película de Vigalondo, lo cuál no quiere decir que sea un filme prescindible, pero sí es cierto que está lejos de mantener el nivel mostrado en 'Los cronocrímenes'. El filme, por cierto, estuvo en la selección oficial del Festival de Toronto, así que tampoco me hagan mucho caso cuando digo que no la recomiendo.  

Julio se despierta en la cama de Julia después de una notable borrachera sin recordar nada de lo que pasó la noche anterior. La incomodidad de la situación se hace patente entre los dos personajes y cuando parece que Julio se va a ir de la casa para poner fin a esa tensión, los dos protagonistas se dan cuenta que hay un ovni en el cielo. 

Lo de Jason Reitman diciendo de Vigalondo "el Woody Allen de la ciencia-ficción" debe ser por este plano

La premisa es curiosa, el desarrollo mínimamente interesante y el filme se deja ver sin demasiado esfuerzo. Hay algunos (pocos) momentos divertidos y también aparecen Carlos Areces y Raúl Cimas para sumar comicidad al conjunto, aunque no lo consiguen del todo. No estamos, pues, ante una película desternillante. Los elementos de ciencia-ficción se utilizan como mero contexto de fondo, sin aportar nada realmente interesante a la trama. Paradójicamente, lo que mueve al espectador a seguir viendo el largometraje es precisametne esa curiosidad por los ovnis (curiosidad nunca saciada), pero el filme se centra en los pocos personajes que aparecen en el film. Esto no tiene por qué ser negativo, al contrario, pero sucede que las interpretaciones no pasan de aceptables y los momentos divertidos no hacen gracia (al menos yo me encontré incapaz de reírme), de modo que algunos de los hechos ocurridos supuestamente graciosos se tornan únicamente inverosímiles, sin lugar para la risa. Así, mientras el espectador puede estar más atraído por la historia de fondo (los ovnis que aparecen en el cielo), el filme se centra en una historia romántica que ni nos creemos ni, sintiéndolo mucho, nos importa en ningún momento

Como decía al principio, la película tiene elementos interesantes; está lejos de ser un absoluto desastre, pero no hay que esperar algo como 'Los cronocrímenes', porque no tiene nada que ver con la presente película. El filme está cuidado visualmente, los movimientos de cámara son elegantes y se nota que el director ha desactivado el piloto automático y se ha detenido a pensar mínimamente el aspecto visual de la película; el cineasta sabe hacer una buena planificación, como después confirmaría en 'Open Windows'. Los efectos especiales, aunque escasos, no desentonan y Vigalondo tiene el acierto de no confundir lo verosímil con lo espectacular, lo cuál se agradece. Además, el cineasta no alarga demasiado el metraje, algo que casi siempre va en favor de todo film.

'Extraterrestre' es algo así como una 'Monsters' española con menos presupuesto pero en clave comedia (fallida) y menos poética y romántica que el filme dirigido por Gareth Edwards. Una historia romántica con unos extraterrestres de fondo (que no aparecen en el film, por si alguien esperaba lo contrario) que se puede ver sin estrujarse el cerebro pero cuyo desarrollo dramático es torpe, poco creïble y por momento bastante imbécil sin llegar a ser gracioso. No se llega a empatizar con los personajes por las limitadas actuaciones (sin llegar a ser bochornosas) y por lo arbitrario de sus acciones y decisiones. La película es menos friki (y peor) que 'Los cronocrímenes' y también menos entretenida (y peor) que 'Open Windows', pero tanto por algunos atisbos de talento en esta citna como en lo demostrado en su siguiente largometraje, aun podemos tener fe en que Nacho Vigalondo continúe haciendo buenas películas.

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'Kingsman: The Secret Service', This is not that kind of movie

[[Critica de @PauGarcia179]]

Matthew Vaughn, que empezó en esto del cine produciendo películas como ‘Lock & Stock’ y ‘Snatch’ (ambas recomendables y dirigidas por Guy Ritchie), se ha labrado una interesante carrera como director de productos comerciales como ‘Kick-Ass’ o ‘X-Men: First Class’ (ambas, según mi opinión, mejores que sus respectivas secuelas) y ahora llega a nuestras carteleras ‘Kingsman: The Secret Service’, protagonizada por Colin Firth y Taron Edgerton. El film vuelve a ser una adaptación cinematográfica de un cómic, y Vaughn escribe el guión junto a su colaboradora habitual, Jane Goldman.  

El veterano Harry Hart propone a un joven macarra (hijo de un amigo muerto con el que está en deuda) como nuevo espía de Kingsman, una agencia secreta independiente. El joven tendrá que competir con los otros candidatos a través de un duro entrenamiento mientras un loco megalómano amenaza el futuro de la humanidad.

En más de una ocasión, los protagonistas repiten la frase "This is not that kind of movie" haciendo referencia a las antiguas películas de James Bond, pero también se entiende como una declaración de intenciones de los responsables del film que le dicen indirectamente al espectador que lo que están viendo no es el insulso, convencional y aburrido filme de acción que podemos encontrar en las carteleras cada semana. Y efectamente, ‘Kingsman: The Secret Service’ no es ese tipo de películas, para bien o para mal.



Y es que las escenas de acción aquí buscan ser lo menos realista posible (vendría a ser la antítesis del estilo de Michael Mann) y se sirven con música rockera de fondo como invitando al espectador a disfrutar de la violencia. Las aceleraciones, ralentizaciones y adrenalíticos movimientos de cámara son una constante en el filme y motivo de deleite para el espectador, más allá del realismo o del componente ético (o la falta  de él) que conlleva el disfrute de la violencia cinematográfica. Cuando uno se dispone a visionar una película de Tarantino, o un film como ‘Abierto hasta el amanecer’ (‘From Dusk Till Dawn’, 1997, Robert Rodríguez), ya sabe lo que se va a encontrar (violencia a raudales, obviamente), pero cuando va a ver ‘Kingsman: The Secret Service’, al menos el que esto escribe (sí amigos, al ver la película olvidé completamente que el director era el responsable de ‘Kick-Ass’, donde ya había momentos bastante sanguinarios) uno no se espera encontrar semejante orgia de violencia desenfrenada. La escena de la Iglesia, es de lo más bestia que servidor ha visto en una pantalla de cine. Es el tipo de violencia que repugna a Michael Haneke (aunque a mí me repugna más su debut en el cine, sinceramente) y aquí cada cual decidirá si se lo pasa bien o no viendo este tipo de escenas.

En cualquier caso, ‘Kingsman: The Secret Service’ no es sólo un entramado de secuencias de acción, ni mucho menos, porque bien podemos disfrutar del sentido de humor del filme aderezado con un siempre agradable acento inglés, un hilarante Samuel L. Jackson con un defecto en la pronunciación o la presencia en el reparto de actores siempre brillantes como Colin Firth o Michael Caine (aunque éste último aparezca más bien poco, todo hay que decirlo). También es destacable la ausencia de Colin Firth (principal tirón comercial en el apartado actoral) durante ciertos momentos del filme, y conviene alabar la valentía y la capacidad del director para conseguir que la película no se resienta de la desaparición de su estrella y también el buen hacer del joven Taron Edgerton, que si bien no puede competir con Colin Firth en cuánto a presencia en pantalla, salva los muebles de manera competente durante la ausencia de su compañero de reparto.



‘Kingsman: The Secret Service’ no es perfecta, si nos paramos a buscar sus errores los encontraremos fácilmente, pero es tan deliciosamente divertida y gamberra que no vale la pena analizarla tan fríamente con estándares cinematográficos aplicables al resto de películas. Es un filme comercial cuya presencia en la cartelera se agradece para descansar, de vez en cuando, de la seriedad y trascendencia de otras películas cuyo valor artístico, eso sí, está fuera de toda duda.

Resumiendo, ‘Kingsman: The Secret Service’ is not that kind of movie. 


Título: Kingsman: The Secret Service
Director: Matthew Vaughn
Guión: 
Matthew Vaughn, Jane Goldman (Cómic: Mark Millar, Dave Gibbons)

Fotografía: 
George Richmond
Año: 2014
Duración: 129  min.
País: Reino Unido
Productora:
Twentieth Century Fox Film Corporation / Marv Films / TSG Entertainment
Reparto: Colin Firth, Taron Egerton, Samuel L. Jackson, Mark Strong, Michael Caine, Sofia Boutella, Sophie Cookson, Mark Hamill

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'Inherent Vice', la irresistible nueva película de Paul Thomas Anderson

[[Crítica de @PauGarcia179]]

Consciente de las decepciones que me llevo al ver una película cuyas expectativas tengo por las nubes, decidí hacer un ejercicio mental de lo más complicado: intentar convencerme de que de una película de Paul Thomas Anderson en la que adapta una genial novela del escurridizo Thomas Pynchon con Joaquin Phoenix de protagonista, no tiene porqué salir una obra maestra. Es la primera vez que Thomas Pynchon deja que se adapte una de sus novelas, y pondría la mano en el fuego que James Franco, que parece querer adaptar al cine toda la literatura norteamericana (ya ha adaptado a Cormac McCarthy, a William Faulkner un par de veces y ahora hará lo propio con John Steinbeck), intentó, sin éxito, convencer a Thomas Pynchon (si es que existe en realidad…) para adaptar alguna de sus novelas.

Aunque intenté equilibrar mis expectativas, no me había preparado para evitar comparaciones con la novela de Pynchon (que desde aquí aprovecho para recomendar) y durante el visionado de ‘Inherent Vice’ me encontré buscando las diferencias con el libro. Mal asunto. Al final de la película, aunque había disfrutado del trayecto, el filme me había dejado un poso de decepción por los cambios introducidos por Paul Thomas Anderson. Después de un día de reflexión, me di cuenta de lo estúpido que había sido al quedar decepcionado, pues esperar que se adapte a la gran pantalla una novela de forma casi literal no sólo no es justo, sino totalmente ridículo. Si la película tiene que ser igual a la novela, mejor nos quedamos con la novela. Así que lección aprendida/nota mental: evitar comparaciones con la novela original, se disfrutará mucho más la película. 



Después de este rollo introductorio, pasamos a la crítica: Paul Thomas Anderson vuelve a confiar en Joaquin Phoenix para protagonizar su nueva película dos años después de la recomendable ‘The Master’, y ahora interpreta a Larry “Doc” Sportello, un detective fumeta en la California de finales de los sesenta. Su ex novia, Shasta Fay Hepworth se presenta un día en su casa y le pide ayuda: Sloane, la mujer de su amante, Mickey Wolfmann, planea junto a su “guía espiritual” el secuestro de Wolfmann, un pez gordo del sector inmobiliario. A partir de aquí, seguiremos los titubeantes pasos de Doc Sportello con tal de resolver el asunto planteado por su ex novia, de la que aún sigue enamorado. 

Y así, entre canuto y canuto Doc Sportello se abrirá camino entre dentistas, masajistas que quizás se exceden en su trabajo, sicarios que dicen ser prestamistas, ex convictos nazis, promotores inmobiliarios, psiquiatras, músicos de surf, policías violadores de derechos humanos con ínfulas de actores y un sinfín de personajes que desfilarán por la pantalla sin saber del todo su función en el embrollo en que se convierte esta trama criminal. Porque, hay que decirlo ya, Paul Thomas Anderson no resuelve todas las subtramas ni se molesta en aclarar al espectador todo el asunto de Mickey Wolfmann y Glen Charlock, tampoco explica demasiados detalles del Colmillo Dorado y oye, ni falta que hace, porque lo que importa aquí, al menos desde mi punto de vista, es el hilarante trayecto de un  buen tipo aun enamorado de su ex novia, un viaje por Los Angeles en el que protagoniza multitud de secuencias para el recuerdo y en las que Phoenix demuestra porque es uno de los mejores actores actuales. El resto de actores, que tienen una importancia claramente menor en comparación con Doc Sportello, también ofrecen grandes actuaciones, quizás destacando entre ellos a Josh Brolin como Bigfoot o Katherine Waterspon como Shasta Fay Hepworth. 



‘Inherent Vice’ es una irresistible experiencia fílmica en la que es preferible dejarse llevar a intentar seguir las contadísimas pistas que deja el guión de Paul Thomas Anderson; es una rara mezcla entre ‘The Big Sleep’ (Howard Hawks, 1946) y ‘The Big Lebowski’ (Hermanos Coen, 1998) y también un retrato de una época, la América en plena Guerra del Vietnam post Charlie Manson, en la que el movimiento hippie empezaba a agonizar. Sin duda, una gran película que, como la novela de la que parte, no desmerece un segundo acercamiento para disfrutar, en el caso del film, de la magia cinematográfica del gran Paul Thomas Anderson.

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'Calvary', El buen pastor



[[Crítica de @TRuibal]]

Killing a priest on a Sunday… that’ll be a good one.

Retratar una sociedad compleja, transversal y con una extensa gama de claroscuros ha sido siempre uno de los más grandes desafíos de la narrativa. Del bullicioso Londres de Dickens a la Roma de dioses caídos que Paolo Sorrentino nos muestra en ‘La Gran Belleza’, un “aquí y ahora” puede trascender cualquier barrera cultural y pasar a formar parte del imaginario colectivo. Y precisamente esto es lo que busca la cinta que hoy nos ocupa.

En ‘Calvary’, (que nos llega, qué sorpresa, casi un año después de su estreno, aún habiendo cosechado el Premio del Jurado Ecuménico en la Berlinale 2014), John Michael McDonagh sitúa metafóricamente el monte Calvario, lugar en el que Jesucristo fue crucificado, en un remoto pueblo irlandés, en eterna lucha entre una majestuosa y cruda naturaleza, filmada con la confianza de quien sabe que paisajes de tanta potencia visual no necesitan mayor aderezo, y las desilusionadas vidas de sus habitantes, todos ellos víctimas y verdugos de sus pequeñas realidades.

El deambular de este rebaño tiene como piedra angular a James Lavelle, pastor de la comunidad y figura omnipresente en la cinta. Magistralmente interpretado por un Brendan Gleeson que derrocha carisma y compasión, en un papel que hace patente que Gleeson se entiende a la perfección con McDonagh. Actor y cineasta repiten la sociedad iniciada en esa suerte de “western irlandés” que es ‘The Guard’ (pésimamente traducida en nuestro país como ‘El Irlandés’), y que se alargará como mínimo en otro trabajo, ‘The lame shall enter first’, todavía en fase de preproducción.


Desencadena la acción un largo plano fijo en el que el padre Lavelle es amenazado de muerte por un miembro de su comunidad, que busca castigar a un “pastor íntegro” por los terribles abusos que sufrió en su infancia a manos de un cura pederasta, ya fallecido. Siete días es todo el tiempo con el que contará el párroco para poner las cosas en orden antes de enfrentar su fatal destino.

Uno de los grandes méritos de la película es precisamente la tensión narrativa que consigue crear esta sorprendente amenaza que, aparte de marcar el tempo del film, nos ayuda a comprender el interés del protagonista en dedicar el poco tiempo con el que cuenta a, en vez de intentar salvar su alma, salvar la de sus feligreses. Interpretados por un extenso reparto a buen nivel en líneas generales, en el que encontramos un socarrón doctor cargado de cinismo, un joven inadaptado al que le gusta Dolly Parton, una adultera masoquista o un millonario petulante que necesita presumir de un dinero que no sabe disfrutar. A James le apena y le frustra ser testigo directo de la vanidad y el rencor de sus parroquianos, encontrando únicamente amor en su hija (la angelical pelirroja Kelly Reilly), incapaz aún de comprender que entrase en el seno de la Iglesia tras morir la madre de ésta.


La variedad de situaciones y personajes provoca algún breve altibajo durante el desarrollo de la cinta, en el que el nivel de interés de la misma decae ligeramente, pero esto no tumba una propuesta firme que tiene bien claro hacia dónde va en todo momento. McDonagh sabe mezclar con elegancia drama, comedia y algunas dosis de ‘thriller’ para someter a Irlanda a una deconstrucción, muy lejos de visiones idílicas como las de ‘El hombre tranquilo’.

‘Calvary’, a través de la particular crucifixión de un hombre que simboliza todo lo que la Iglesia debería ser, dibuja un país marcado por el catolicismo como seña de identidad, el vínculo popular que supone el alcohol, la aceptación del IRA como un estamento de la sociedad, el desarraigo de su carácter terrenal celta… todo pasa por los ojos de un resignado padre Lavelle que, pese a todo, quiere a su rebaño.


Como habréis podido apreciar, escribe esta crítica un nuevo rostro de la página. Mi nombre es Tomás Ruibal y, tras haber finalizado mis estudios de Producción Audiovisual en la EMAV de Barcelona, busco adentrarme en el mundo del cine por todos los flancos. Llego pues a ‘Siempre en V.O.’, con ganas de aprender y de compartir mi amor por el séptimo arte con todos vosotros.

Podéis seguirme en Twitter en mi perfil, @TRuibal, y ver los dos cortos que hasta ahora he realizado con ‘Hazte Fun’, productora en ciernes, en nuestro canal de YouTube: https://www.youtube.com/channel/UCLSgy0thHmbGNhA8t03l4-g.

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NO ESTRENOS: 'Frozen River', de Courtney Hunt

[[Crítica de @PauGarcia179]]

Es curioso como el cine ha dado gran cantidad de películas ambientadas en la frontera entre México y Estados Unidos (la excelente ‘The Three Burials of Melquíades Estrada’, por ejemplo), pero son pocas las localizadas en la frontera entre Estados Unidos y Canadá. ‘Frozen River’ es una de ellas. Ópera prima de Courtney Hunt, se llevó el premio a Mejor Película en el Festival de Sundance de 2008 y obtuvo dos nominaciones en los Óscar a Mejor actriz principal (Melissa Leo) y a Guión original. 

El primer plano de ‘Frozen River’ es precisamente la imagen del río helado (río Lawrence) que da nombre al film. A continuación aparecen diversos planos de la frontera entre Estados Unidos y Canadá que nos da pistas sobre la temática de la película: la inmigración y el cruce de la frontera. El sueño americano, la prometida igualdad de oportunidades en la tierra donde todas las personas que se esfuerzan y trabajan duro pueden escalar socialmente hasta llegar a una elevada posición social y económica. Obviamente, al poco de observar la realidad del país norteamericano, todas estas ilusiones se tornan irreales. 

Ray (Melissa Leo) vive modestamente en un pueblo del estado de Nueva York, cerca de la reserva mohawk y de la frontera con Canadá. Un día, su marido, un adicto al juego, desaparece y Ray se ve obligada a cuidar ella sola de sus hijos. Al poco tiempo conoce a Lila (Misty Upham), nativa americana y contrabandista que se dedica a cruzar la frontera con inmigrantes sin papeles. 

La realización y la fotografía parecen encaminadas a pasar desapercibidas, seguramente con el propósito de que el espectador se centre en los personajes, rechazando así cualquier atisbo de esteticismo en la composición de planos o iluminación, más allá de los paisajes inherentemente bellos del río helado. La directora consigue tejer una historia interesante que mantendrá nuestra atención durante buena parte de la película aunque, sorprendentemente, el interés puede ir decreciendo hacia al final, cuando se supone que debe haber un mayor impacto emocional. 

Paradójicamente, el momento más emotivo del film (me refiero al de la pareja pakistaní, para el que haya visto la película) lo protagoniza un personaje que no llega ni a secundario y cuya subtrama (si se puede considerar así) no tiene mayor importancia que una simple anécdota. Después de esta escena, el desenlace que intenta tocar la fibra del espectador (sin evidente manipulación, lo cual es de agradecer) se torna superfluo e insignificante, y acabamos el filme ligeramente decepcionados, pues había muchos elementos que nos anunciaban un gran film pero que después no se ha acabado de materializar. 

El cine ‘indie’ rural, negando el sueño americano 


‘Frozen River’ parece formar parte de una corriente de películas de cine independiente ambientadas en la América rural (como las recomendables ‘Winter’s Bone’ o ‘Shotgun stories’) que de alguna manera niegan o pervierten el sueño americano. Con la primera de las mencionadas también comparte el hecho de ser una película protagonizada y dirigida por mujeres, lo cual lamentablemente cobra relevancia por lo excepcional que resulta la situación en el arte cinematográfico. La negación del sueño americano que comentaba la podemos encontrar resumida en un diálogo entre los dos personajes protagonistas: Lila le cuenta a Ray que los llamados “cabezas de serpiente” pagan para traer inmigrantes sin papeles y éstos, a cambio, tienen que trabajar para ellos con tal de pagar la deuda. Ray le responde, sorprendida: “¿¿Para venir aquí?? No me jodas.” Ray, viviendo modestamente en uno de los países más ricos del planeta, es consciente de la mentira del sueño americano, y por eso no puede creerse el esfuerzo a veces inútil hecho por estas personas. Es una situación no muy diferente a la que podemos encontrar en la migración en Europa. Muchas personas se pasan años viviendo en pésimas condiciones para llegar a Ceuta o Melilla y desde ahí acceder a Europa, pero cuando después llegan a suelo europeo (si consiguen llegar), se dan cuenta de que la situación en el continente europeo no es tan perfecta como parecía.  


En cualquier caso, esa interesante conversación entre Lila y Ray nos da pistas sobre lo que podría haber sido la película: una exploración de las mafias que obligan a trabajar en condiciones pésimas y con trabajos moralmente cuestionables. Lamentablemente, la directora no se detiene a describir esa situación más allá de un par de líneas de diálogo entre las dos protagonistas, y la imagen que nos ofrece de la frontera no es lo suficientemente amplia para que nos podamos hacer una idea de esta atroz realidad. Otro aspecto que se presentaba estimulante pero que no ha acabado de funcionar es el retrato de la comunidad mohawk, de la que solo se solo se explican unas pocas pinceladas sin mayor profundidad, además del hecho de que los personajes mohawks que aparecen son trabajadores del casino o contrabandistas. 

‘Frozen River’ es una aceptable película con una gran interpretación de Melissa Leo que funciona como retrato de una mujer en una situación desesperada de la que surgen amistades improbables; es un film que se deja ver pero que no acaba teniendo suficiente hondura emocional ni presentando un retrato amplio y acertado tanto de la comunidad mohawk como de la situación de la frontera entre Canadá y Estados Unidos.

Título: Frozen River
Director: Courtney Hunt
Guión: Courtney Hunt

Fotografía: Reed Dawson Morano
Año: 2008
Duración: 97  min.
País: Estados Unidos
Productora: Sony Pictures Classics
Reparto: Melissa Leo, Misty Upham, Charlie McDermott, Michael O'Keefe, Mark Boone Junior

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